Thursday, February 14, 2008

"No hay otros mundos, pero sí hay otros ojos"

Recuerdos me acechan ahora al escuchar esta gran canción de "El último de la fila". Aquellas noches intemporales en las que Jose y yo, melancólicos y tan repletos de sueños a la vez, cerrábamos los ojos uno en Barcelona y el otro en Mallorca y escribíamos lo primero que nos venía a la cabeza y sin miedo lo expresábamos. Luego seguíamos la historia que había escrito el otro, siempre con new age de fondo. Oh! En serio, estoy a punto de llorar! Fuiste un gran amigo mío Jose, aunque luego todo se fue al carajo nadie sabe exactamente por qué. Gracias a esta amistad pude sacar todo lo que estaba escondido en mí, toda mi poesía que, aunque mediocre, me llena. Pude recordar y redescubrir el blanco de la pureza que amenazaba con desaparecer después de años aciagos, pude escuchar el arrullo de palomas y el canto de los jilgueros que dan la bienvenida a las bellas musas siempre difíciles de invocar.

Como dos sabios risueños nos reuníamos y pintábamos de infinidad de colores que creíamos muertos nuestros lienzos, nuestras vidas. Escúchabamos La Rosa de los Vientos aquellas madrugadas eternas, bajo la dulce voz de Juan Antonio Cebrián (que en paz descanse) y comentábamos y filosofábamos sobre Historia, Ciencia, Mitos y Leyendas. ¿Recuerdas aquel viaje a Egipto que hicimos hará ya casi 4 años? ¿Recuerdas Karnak, Luxor, El valle de los reyes, las Pirámides, el desierto y aquellas humildes fiestas en los Oasis ante un ocaso rojo como la sangre?

Esta canción del Último de la fila la descubrí gracias a él, que me la pasó por el Messenger. Tiene una belleza que me cuesta expresar porque es el estandarte de muchísimos sentimientos que en aquella época me asediaban. Yo empezaba a convertirme en adulto, quizá maduraba, quien sabe, dentro de la relatividad que tiene la palabra madurez. Mis ojos empezaron a adquirir la profundidad de la melancolía y de la nostalgia de un pasado que estaba desapareciendo ante mi mirada ya cansada.

La rebeldía y las ansias de libertad empezaron a aflorar en mi alma.



Dejé la estepa
cansado y aturdido;
pasto de la ansiedad
no hay otros mundos
pero si hay otros ojos,
aguas tranquilas,
en las que fondear.
Mar antiguo, madre salvaje,
de abrigo incierto que acuna el olivar.
Muge mi alma, confusa y triste;
ojos azules en los que naufragar.
Te he echado tanto de menos
patria pequeña y fugaz;
que al llegar cruel del norte el huracán
no se apague en tu puerto el hogar.
Mar antiguo, madre salvaje,
en tus orillas de rodillas rezaré.
Tierra absurda que me hizo absurdo,
nostalgia de un futuro azul en el que anclar.
Triste y cansado, con los viejos amigos
el vino y el cantar;
mientras quede un olivo en el olivar
y una vela latina en el mar.
Viejos dioses olvidados
mantenednos libres de todo mal.
Mar antiguo, dios salvaje
de la encina y del gris olivar.

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